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Diáspora Victoriana

ELVICTORIANO.COM.VE - La Victoria, nuestro orgullo, la ciudad pujante, alegre, con mucho futuro, llena de gente buena, trabajadores y estudiantes, la que está cerca de todo, de la playa, de Caracas, de Maracay, de Valencia, de La Colonia Tovar, de los principales centros de estudio y de trabajo, la ciudad envidiada por su fresco clima, por la belleza de sus mujeres, por sus fuentes de trabajo, hoy venida a menos.

Descuidada, sucia, abandonada con miles de problemas, pero aun así la amamos y la extrañamos, es nuestra referencia de vida y que no tiene la culpa del abandono de sus gobernantes.
La ciudad que tuvo sus momentos de gloria y que hoy ve partir a sus hijos llenos de tristezas, con miradas perdidas, con lágrimas en sus ojos y sin saber que encontrarán en sus destinos, eso sí… dispuestos a dar el cien por ciento de sus vidas, por recuperar la alegría de vivir, por demostrar al mundo de que estamos hechos los venezolanos, por cumplir sus sueños, por tener una estabilidad laboral, un hogar, tranquilidad, poder comprar lo que desees, hacer un buen mercado, oportunidades de seguir los estudios o de trabajar en sus áreas, aunque al principio tengan que hacer lo que sea para subsistir, pero llenos de sueños, sobre todo poder ayudar a sus familiares, a sus padres e hijos, mandar sus remesas, sentirse útiles.

Estuvimos en el terminal de pasajeros José Félix Ribas de la Victoria, donde continúa la “diáspora victoriana” en búsqueda del futuro que no encuentran en nuestro país, ya son varias las agencias de viajes que se dedican única y exclusivamente al transporte y asesoramiento de los emigrantes y los llevan hasta la frontera, facilitando las conexiones a Bogotá, Medellín y Cali, así como también a países del cono sur, Ecuador, Perú, Chile y Argentina.Aunque los precios varían y cada día van en constante aumento producto del alza desmedida del dólar y la inflación en nuestro país, el flujo de pasajeros igualmente continúa en franco crecimiento a pesar de los altos costos de los pasajes, según nos informan, hay que tener mínimo entre 250 $ a 500 $ para poder llegar a sus destinos, eso sin contar imprevistos, gastos de alojamiento y alimentación del primer mes mientras consigues trabajo y logres la estabilidad deseada.

Conversamos con Luis Díaz, transportista aquí en Venezuela, quien decidió irse con toda su familia para el Perú debido a la constante inseguridad y falta de futuro para él y sus hijos, allá trabajará como mecánico.

Igualmente hablamos con Vanesa Cuello quien se dirige a Bogotá, la espera su pareja, aquí deja a sus dos hijos, madre y sobrinos, nos dice que se va porque aquí no alcanza el dinero para nada, ni para hacer un mercado decente, en su mente está el ayudar a su familia e hijos, trabajaba en una comercializadora de Cerdos.

Otra entrevistada fue la Sra. Coralia Lauda quien se dirige a Barboza en Colombia, nos informa que ya tiene trabajo, es docente, aquí deja a su hija y a su madre, no ve una pronta salida a la crisis venezolana, le gustaría finalmente poder viajar a Dublín, Irlanda donde estuvo hace algunos años y establecerse definitivamente.

Adriana Ramírez otra viajera, actualmente desempleada en nuestro país, madre de dos hijos, uno con una condición especial que necesita sus medicamentos, su esposo actualmente trabaja en Perú pero aspiran reunirse definitivamente en Bogotá y estabilizarse en esa ciudad, nos dice que aquí deja a toda su familia, sentimentalmente me siento muy mal ya que dejo a mis hijos pero con la esperanza de poder llevarlos muy pronto.

Finalmente entrevistamos a Jonathan Carrillo, comerciante informal, estudiante del IUTAR en Producción Industrial, se dirige a Ecuador junto a un grupo de amigos, se va del país porque esto no mejorará a mediano plazo, dejo aquí a mi madre, un hijo, sobrinos y demás familiares, dispuesto a triunfar y a salir adelante por su futuro y el de su propia familia.

Observamos mucha tristeza, ojos inundados de lágrimas, a madres despidiéndose de sus hijos, esposos y familiares, sin tener una idea cierta de cuando se volverán a ver, o compartir un sancocho, una rumba, una parrillada, una cena navideña, solo queda la esperanza de encontrar un mundo mejor, lleno de oportunidades, aún lejos de sus familiares pero con la firme convicción que están en el camino correcto y que no descansarán hasta lograr la estabilidad, la tranquilidad y el éxito anhelado.

La esperanza de que algún día todo mejore, y de que miles de compatriotas puedan regresar nuevamente estará siempre en nuestras mentes. Dios está con ustedes…Sólo nos queda decirle. “Buen Viaje Hermanos”, Hasta pronto…/CMR/CSM/AS/JR
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